Nos espían

Nos espían. Podríamos ser delincuentes, terroristas o agentes secretos de un país rival, pero sólo somos ciudadanos. Y por eso es por lo que nos espían. Grandes  empresas, pequeñas, departamentos de publicidad, gobiernos y hasta la CIA quieren saber más de nosotros, y Google y Facebook les hacen el ‘trabajo sucio’ a cambio de unas cantidades nada despreciables de millones de dólares.

Imagen extraída de la web http://noticias.iberestudios.com/


Porque en Internet nada es gratuito. Cada letra que tecleamos nos supone un coste, en cada ‘enter’ dejamos un pedacito de nuestra privacidad. Y quizás, como sociedad, dejamos también un pedacito de nuestra democracia.

Porque la falsa gratuidad de Internet sale cara: La pagamos regalando nuestra privacidad.

Son las amargas conclusiones sobre las que doy vueltas después de leer un excelente y crudo artículo publicado este semana en el magazine ‘Estilos de vida’ de La Vanguardia por Juan Manuel García Campos.

Pero ¿cómo, quién y por qué nos controlan?

En primer lugar, Google y Facebook nos controlan para poder vendernos. La cantidad de datos que tienen sobre nosotros les sirve para llenar las arcas con eso que llamamos la “publicidad segmentada”. Como conocen hasta nuestros deseos más ocultos porque en algún muro lo habremos confesado, pueden colocarnos anuncios sobre empresas que pueden hacer realidad esos deseos. El sueño de cualquier publicista hecho realidad.

Pero quizás la finura de la puntería publicitaria no sea lo más grave del control al que nos someten en Internet. Me preocupa más que empresas como Google o Yahoo utilicen esa información que vamos dejando inconscientemente en la Red para ofrecernos unos resultados de búsqueda adaptados a nuestra manea de ver el mundo.

Este  “mundo online a nuestra medida” que los buscadores nos imponen atenta contra la democracia porque atenta contra la diversidad y anula los puntos de vista discordantes con el nuestro. Como explica el periodista de ‘La Vanguardia’, si un ciudadano de izquierdas (Google lo sabe todo) quiere pasar sus vacaciones en Valencia introduce en Google la palabra “Valencia” es posible que entre los primeros resultados de su búsqueda aparezca alguna noticia de una diputada de la oposición en las Cortes Valencianas criticando alguna actuación del PP mientras que si esta misma búsqueda la efectúa un votante conservador (insisto, no tenemos secretos para Google) es posible que le aparezca alguna noticia de un diario conservador exculpando al PP del caso Gurtel.

Es decir, este modelo de Internet, con sus algoritmos y sus estrambóticas políticas de privacidad, potencia el desprecio por el debate. No quiere irritarnos, mejor dárnoslo todo bien masticadito. Para no contrariarnos. Ante esta estrategia, sólo un pequeño matiz: Somos ciudadanos,  no bebés. Aunque para ser sinceros, a Google le da igual nuestra edad mental. Siempre que hagamos clic en sus adwords, claro. No vaya a ser que se queden sin negocio.

¿Es posible un Internet sin vigilancia?

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6 comentarios

  1. Hola Cristina,

    Otro buen escrito y una vez más nos haces parar, reflexionar y excavar un poco dentro de nuestra propia arqueología cognitiva. O, quizá mejor dicho, trayectoria cognitiva.

    Lo que más me ha gustado del artículo ha sido esta idea:

    «Somos ciudadanos, no bebés. Aunque para ser sinceros, a Google le da igual nuestra edad mental.»

    Me hace reflexionar bastante sobre esta dicotomía adulto/niño (o, bebé, en el caso de tu paradigma).

    ¿Qué es ser adulto? Ser independiente, autónomo, crítico, analítico, capaz de sintetizar, capaz de conectar, capaz de actuar después de preguntar, ver, aprender y equivocarse. También la capacidad de crear y casar la espontaneidad del niño con la razón del adulto. De usar los dos hemisferios del cerebro desarrollado.

    ¿Qué es ser un bebé? Ser dependiente, incapaz de sobrevivir solo, ser reaccionario (pasar el día reaccionando a los estímulos de la vida exterior y expresando las cuatro emociones básica de miedo, ira, alegría y tristeza), tener la necesidad de ser cuidado, protegido y enseñado, y que nos den de comer directamente a la boca — si no, nos moriremos.

    Mirando estas dos simples y categóricas definiciones ¿cómo hemos construido y adaptado nuestra relación a los padres Google? Pues eso, nos hemos convertido en bebés a los que nos tienen que dar de comer, nos tienen que proteger, les pedimos a los padres que nos cuiden de forma cognitiva para no tener que ser independientes. Nunca jamás. No tenemos que ser críticos, analíticos, curiosos — está todo facilmente puesto delante de nuestros ojos. Podemos llorar, reír, enfadarnos y sentir miedo de una forma contenida. Completamente controlada. Los parámetros están hechos. Es el estado de bebé permanente. Una especia de psicopatologia de la infantilización de la población adulta.

    Creo que lo más difícil para comprender para todo el mundo es todo aquello representa un simulacro de la libertad.

    Wikipedia es libertad y democracia ¿no? El mero volumen de datos accesibles es democracia ¿no? Entrar en un supermercado americano (y europeo, cada vez más) y tener tantos productos empaquetados para escoger es democracia ¿no?

    No. No lo es.

    Ni es aprender a ser y vivir como un adulto. Un ser independiente — crítico y creativo.

    Gracias y hasta pronto, Cristina.

    Jenifer

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    • Cristina Vives

       /  21/06/2012

      Hola Jenifer,

      He de reconocer que contestar a tus interesantes reflexiones supone un esfuerzo intelectual grande para mí. Cuesta añadir algo inteligente a lo que has dicho. Pero tengo que intentarlo…

      Tu comentario me ha hecho recordar una novela premonitoria en muchas cosas como es “Un mundo feliz” de Aldous Huxley (1932). En ella se describe un mundo futuro, es decir el presente, como el mundo de la estabilidad: todas las personas han sido condicionadas para vivir “felices” (habría mucho que debatir sobre qué es la felicidad, claro) porque si no lo son no pueden cumplir su función sin molestar el orden establecido. En ese “mundo feliz” no se educa a nadie con violencia (como hacen muchas dictaduras por ejemplo), sino con hipnosis, con esa vieja estrategia de que 1.000 repeticiones de una mentira la convierten en verdad.

      Eso es un poco lo que hacen algunas redes sociales y, en general, muchos estamentos con poder: estupidizar al ser humano para evitar que razone. O, siguiendo, con nuestra metáfora, reconvertirlo en un bebé. Lo más grave, sin embargo, no es esto, sino que nosotros aceptemos esta conversión de nuestro ser hacia la infantilización.

      Muchas gracias por impulsarme a pensar.

      Por cierto, he leído la entrada de la Wikipedia sobre el libro para refrescar algunas ideas y me ha gustado mucho. Allí destacan dos problemas de este “mundo feliz”. Uno, que la felicidad es, obviamente, “artificial y sin alma” y conseguida sólo después de haber eliminado la capacidad de pensar. El segundo, la negación del derecho de elección.

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  2. Coincido con gran parte de lo que comentan… sobre todo porque creo que el problema esta dentro del hombre/mujer no fuera.

    También creo que pensar que sistemas informáticos (por complejos y extendidos que sean) puedan controlar al ingenio y la diversidad humana es bastante ingenuo.
    Antes del 11-9 (atentado a las torres gemelas) se hablaba del sistema Echelon que USA y otros paises habían sembrado en servidores de todo el mundo para controlar «el diálogo» de todo el que hablara algo peligroso (para ellos)… Cuando lo leí me espanté… pensé es terrible, es inconcebible… después del 11-9 y del reconocimiento de los gobiernos de este sistema… pensé… es totalmente inútil… quizás la primer victima de ese cruel atentado fue el sistema echelon…(aunque no se hable de ello)

    El ingenio (y la estupidez humana) superan todos los límites de cualquier sistema…!!

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    • Cristina Vives

       /  14/06/2012

      Hola Carlos. Realmente es preocupante el nivel de información que los gobiernos y las empresas pueden tener de los ciudadanos gracias a toda la información que inconscientemenete e ingenuamente damos en las redes sociales. Justo hoy leía un artículo muy interesante en El País en el que un investigador norteamericano hablaba de la privacidad en Internet y de lo ingenuos que somos confiando que la Red es la panacea que librará el mundo de, por ejemplo, dictadores. Os dejo aquí el link del artículo que se titula, de forma muy significativa, «“Sobre privacidad, Zuckerberg está muy cerca de Putin”. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/06/13/actualidad/1339615124_858121.html

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  3. Recordáis aquella canción titulada «El vídeo mató a la estrella de la radio» (Video Killed the Radio Star es una canción del grupo británico The Buggles), pues exactamente lo mismo se puede decir de Internet: «Internet mató la estrella de la privacidad». Este es el precio que hay que pagar por el llamado «grado de bienestar» y lo resalto entre comillas, porque realmente es un eufemismo, ya que actualmente, por ejemplo, mueren más personas por suicidio que en todos los conflictos bélicos del mundo, incluidos los atentados y asesinatos. Tenemos Internet, IPOD, IPAD, PDA, GPS, Redes sociales…, pero los valores humanos se han deteriorado muchísimo, en las últimas décadas. La gente cada día habla y escucha menos, solo se comunica a través de correos, redes sociales…. Además estamos supervigilados y supercontrolados (cámaras de vídeo por todas partes, el propio Internet que controla perfectamente las páginas que visitamos, …). Pero nos hablan del derecho a la intimidad, que es otra falacia más de los políticos, que mienten más que hablan. Las libertades se han idos recortando progresivamente y a la gente se la ido amordazando y entreteniéndola con fútbol, para los hombres, y telebasura, para las mujeres, porque pensar es peligroso, y, así, teniéndonos ocupados, no pensamos y se nos puede manipular mucho más fácilmente. Pero la triste realidad es que coincidimos todos los días con un vecino, en el ascensor, y ni siquiera sabemos su nombre. Si esto es grado de bienestar, prefiero retroceder un siglo, aunque no tenga mi IPOD, ni mi IPAD, ni… , porque de verdad esa tecnología no genera más FIB (Felicidad Interior Bruta), termino acuñado desde hace años y que representaría el auténtico indicador macro que reflejaría el progreso de una sociedad.

    Esta triste situación es fruto de la actual crisis de valores sociales que conduce erróneamente al ciudadano a pensar que lo importante es “el tener” y no “el ser”. Este es el quid de la cuestión. Estamos inmersos en un mundo que ha creado una sociedad cada día más consumista y más insolidaria, que nos trasmite que para ser feliz hay que consumir mucho, porque lo importante es tener cosas, aunque no sirvan para nada, porque la felicidad no se consigue por ser inteligente, ser culto, ser educado, ser solidario, ser tolerante, ser respetuoso con el medio ambiente, en fin, ser…

    Las consecuencias de este estilo de vida se están convirtiendo en un auténtico insulto a la inteligencia humana. Así, por ejemplo, sabemos que cada segundo la humanidad gaste en armamento la friolera cifra de 23.147 euros (2.000 millones de euros al día) y que la guerra de Irak costó cada segundo 1.653 euros (más de 14 millones de euros cada día), y paradójicamente no se invierte en erradicar el hambre, ya que según la FAO, Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación, cerca de mil millones de personas padecen hambre o malnutrición.

    Cayetano Gutiérrez Pérez (Divulgador científico. Sígueme en Twitter, en mi cuenta “disfrutalaciencia”, https://twitter.com/#!/disfrutalacienc)

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    • Cristina Vives

       /  12/06/2012

      Hola Cayetano. Yo me quiero resistir a aceptar que Internet haya matado la estrella de la privacidad sin más. Quiero creer que otro Internet es posible y que otras redes sociales son posibles. Quizás pronto nos llevemos una sorpresa agradable y alguien proponga un modelo de redes sociales en las que los ciudadanos no nos sentamos supervigilados ni supercontrolados y en el que la privacidad no sea un concepto hueco. No había oído nunca el parámetro FIB (Felicidad Interior Bruta) como indicador del progreso de una sociedad. No sé si nuestro FIB es mejor que el de hace un siglo.

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